miércoles, 23 de septiembre de 2009

Lujo... ¿dónde?

Discutíamos esta mañana en la oficina (tres contra uno) sobre los sherpas del Nepal. Ya sabéis, las personas que ayudan a los grandes escaladores a llevar sus "equipajes" a los distintos campamentos.

Dicen mis compañeros (tres contra uno) que les tienes que pagar dos dólares o lo que sea la tarifa allí.

Yo decía que no, que lo justo es pagarles lo que tú consideras que vale su trabajo, al margen del poder adquisitivo de su país.

Es decir: les pagas lo que es justo en SU contexto o lo que es justo en TU contexto?Dicen que tienes que ajustarte a su contexto, porque bla bla bla...

Supongo que tienen razón (tres contra uno). Pero yo creo que una vida humana es un lujo que no se puede pagar con dinero. Y, si los sherpas aceptan jugársela porque es su única forma de sobrevivir, debes pagarles lo que para ti valga esa vida.

Pero no me parece darle dos euros a mi amigo el de la foto y 25 -o los que sean- al guía del Museo del Prado. Sobre todo, porque me parece inhumano y un atentado contra los derechos fundamentales del hombre, permitir que una persona cargue con 40 kilos de peso por las montañas.

¡¡Hombre, contrata a cuatro y que lleven diez kilos cada uno!! Que son ocho euros, por dios!!!

Pero claro, mi amigo el de la foto no tiene envidia cochina, así que, para qué darle más, no? o sí?

viernes, 18 de septiembre de 2009

Cambia el panorama....

Esta tarde he estado en Mc Donald's de al lado de mi casa. Es uno de esos con una especie de piscina de bolas en el piso de arriba, para que los niños jueguen. Me he sentado en una mesa y, de repente, he oído una voz muy educada que me preguntaba "Va a merendar aquí?" Me he dado la vuelta y he vista a una chica con aspecto de haber ido a un buen colegio, las cejas perfectamente dibujadas y la manicura impecable que me sonreía.

Lejos de querer ligar conmigo, la chica en cuestión era la encargada del local. Me ha costado darme cuenta, hasta que he visto su uniforme, que no tapaba unas botas de Zara de este mismo otoño. 

"Se lo digo, porque voy a montar las mesas para un cumpleaños y le agradecería que se pusiese en el piso de abajo, si no le importa". Por un momento he pensado que estaba en un hotel de cinco estrellas, en lugar de en el icono de la comida rápida. 

Obviamente, no he podido negarme. Le he dicho a mi hijo que le esperaba abajo y he mirado a mi alrededor. Donde hace apenas seis meses trabajaban un montón de inmigrantes -la mayoría latinoamericanos-, hoy jóvenes españoles de nacimiento y generaciones se ganan la paga que sus padres ya no les pueden dar o que ellos ya no se atreven a pedir. El chico que barría el local también era uno de ellos. 

Parece que los españoles de nacimiento y generaciones volvemos a apreciar trabajos que antes despreciábamos. Y que sacarse un sueldo, con calefacción y aire acondicionado, ya es un lujo para muchos. 

No se preocupen. En un par de años, se habrá dado la vuelta otra vez la tortilla. O, mejor dicho, la hamburguesa.